La palabra pobreza provoca grandes emociones y muchas preguntas. Es un problema complejo con muchos aspectos, caras y causas. Se define como una situación social y económica que se caracteriza por la carencia marcada de las necesidades básicas. Por lo general, se consideran pobres aquellas personas que tienen un ingreso insuficiente para comprar comida, techo, ropa y otros artículos esenciales.
Sin embargo, la pobreza es mucho más que no tener suficiente dinero. La pobreza tiene muchos costes emocionales. Por ejemplo, la pobreza también es no poder participar de actividades recreativas, no poder enviar a nuestros hijos al cumpleaños de su amigo o a la excursión de la escuela. La pobreza contribuye al estrés de no tener la ropa adecuada para ir a una entrevista; a la angustia de no tener acceso a una buena educación o no poder pagar las medicinas o ir al médico cuando estamos enfermos.
La pobreza como resultado de relaciones de poder que afectan de manera diferenciada a hombres y mujeres en primer lugar, pero también a indígenas y afrodescendientes, adultos mayores y habitantes de algunos territorios han llevado a ratificar la multidimensionalidad del fenómeno, las virtudes y limitaciones de las formas tradicionales de medirla, llamando la atención sobre dimensiones específicas que explican las desventajas de las mujeres: la invisibilidad del trabajo doméstico no remunerado, la pobreza de tiempo asociada a éste; la discriminación laboral y salarial contra las mujeres; la relevancia de los estudios sobre la familia desde una perspectiva de género y los desafíos para las políticas públicas. Para evitar sesgos discriminatorios se plantea que es necesario desarrollar la autonomía económica de las mujeres y fomentar la conciliación de la vida privada con la doméstica alentando el ingreso masivo de los hombres a la esfera del cuidado.
Otro de los colectivos más vulnerables ante la pobreza,don los niños, como indica el informe de la Fundación Pere Tarrés constata que la situación social, económica y el género de los niños y niñas determinan claramente su salud física y mental. Adicionalmente, el artículo de investigadores de la Universidad de Harvard y el MIT: Pobreza, depresión y ansiedad: evidencias causales y mecanismos, publicado en la revista Science en diciembre de 2020, destaca que las personas con ingresos más bajos suelen tener entre 1,5 y 3 veces más probabilidades que los ricos de sufrir depresión o ansiedad.
La crisis de COVID‑19 aumentará dramáticamente la tasa de pobreza entre las mujeres y ensanchará la brecha entre los hombres y las mujeres que viven en la pobreza, según los nuevos datos que emitieron hoy ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Se esperaba que la tasa de pobreza entre las mujeres disminuyera el 2,7% entre 2019 y 2021; sin embargo, las proyecciones ahora prevén un aumento del 9,1% debido a la pandemia y sus consecuencias.
Las proyecciones, que encomendaron ONU Mujeres y el PNUD, y que estuvieron a cargo de Pardee Centre for International Futures de la Universidad de Denver, muestran que si bien la pandemia repercutirá en los niveles de pobreza en general, las mujeres se verán afectadas en desproporción, sobre todo las mujeres en edad reproductiva. Para 2021, por cada 100 hombres de 25 a 34 años de edad que viven en la pobreza extrema (es decir, con 1,90 dólares de los Estados Unidos o menos por día), habrá 118 mujeres, una brecha que se espera que aumente a 121 mujeres por cada 100 hombres de aquí a 2030.
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