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Salud Mental y la Pandemia


El número de contagiados y fallecidos es la cara más visible de la pandemia, que también ha tenido un gran impacto en otros ámbitos como la economía, la política y la cultura. También en la sociedad, la covid-19 ha alterado muchas de las rutinas a las que estábamos acostumbrados.

 

Más allá de las consecuencias físicas para la salud, la pandemia también está incidiendo en otro aspecto fundamental de nuestro bienestar: la salud mental. Tan solo dos meses después del inicio de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió que la crisis del coronavirus afectaría la salud mental de muchas personas y que se podría registrar un aumento de este tipo de trastornos.

 

En octubre de 2020, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, la OMS publicó un estudio en el que indicaba que la pandemia había provocado un aumento de trastornos de salud mental y, como consecuencia, los servicios esenciales habían quedado paralizados en el 93% de los países del mundo debido al aumento de la demanda de este tipo de atención.

 

Tras la publicación del estudio, la OMS también alertó que la financiación de servicios de apoyo y tratamiento en el sector de la salud mental era insuficiente: antes de la pandemia, los países destinaban menos del 2% de sus presupuestos de salud a la salud mental.

El duelo, el aislamiento y el miedo al virus son algunos de los factores que, según la OMS, están generando o agravando los trastornos de salud mental. Las personas que han perdido a seres queridos y no han podido despedirse de ellas también se han visto muy afectadas emocionalmente.

 

Por otro lado, la pérdida de ingresos y la incertidumbre que provoca también influye en nuestro bienestar emocional. La pandemia ha afectado a la economía mundial: muchas fábricas y servicios han cerrado temporalmente y muchas personas se han quedado sin trabajo. En este sentido, la pandemia ha provocado que se agraven las desigualdades sociales y que las personas con mayor riesgo de caer en la pobreza también puedan sufrir un trastorno de salud mental.

 

Por último, las personas que han padecido un trastorno de salud mental pueden recaer ante la situación de pandemia. El confinamiento de los primeros meses y las restricciones que limitan las reuniones sociales han afectado especialmente a los más jóvenes, un colectivo más acostumbrado a socializar y salir a la calle.

Si necesitas ayuda, hay recursos

·         En caso de emergencia, riesgo inminente o intento consumado: Llamar al Teléfono 112. Acudir a los servicios de urgencia del hospital más cercano.

·         Ante factores de riesgo, señales de alarma o ideaciones suicidas: acuda a su centro de salud de Atención Primaria o Centro de Salud Mental.

·         Recursos en Internet donde se puede encontrar contenido de ayuda, servicios y contactos de interés:

·         Teléfono de la Esperanza: 717 003 717

·         Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicido y Familiares y Allegados en Duelo por Suicidio (RedAIPIS-FAeDS).

·         Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA.​

·         Después del Suicidio – Asociación de Supervivientes (DSAS).

·         Papageno – Plataforma profesional de prevención del suicidio.

·         Sociedad Española de Suicidología

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Adolescentes

  

En la pandemia el virus principal, el COVID-19, ha afectado principalmente a los mas vulnerables, los más mayores. Pero otro virus que no se tiene tan en cuenta sigue acechando y junto con lo sucedido por la pandemia incrementó, especialmente en gente joven. Este virus es el de las enfermedades mentales pero, ¿ qué enfermedades pude tener un joven si estos no tienen de que preocuparse?

Se ha llevado a cabo un estudio en e que participaron unos 9 mil jóvenes entre los que un 27% declaró sufrir ansiedad y un 15% depresión. Además el 45% de estos perdió motivación para hacer las cosas que antes le gustaban hacer y un 36% perdió motivación para hacer actividades que solía hacer. Aun teniendo estos datos, un 40% se rehusó a pedir ayuda.

Tras la pandemia los niños y niñas de nuestro país han experimentado nuevos miedos, preocupaciones, se han visto privados de lo que antes les hacia feliz. Lo que ha hecho que los problemas de salud mental llamasen la atención y descubrieran la importancia que tenían estos en los más jóvenes. A demás del estudio mencionado anteriormente, Save the Children en el informe “Crecer Saludable(mente). Un análisis sobre la salud mental y el suicidio en la infancia y la adolescencia” se ha visto un aumento del 1,1% al 4% los trastornos mentales de niños, niñas y adolescentes; entre los que se encuentran, además de la depresión o la ansiedad, excesiva irritabilidad o frustración; y de un 2,5% al 7% en el caso de los trastornos de conducta, ya sea alimentaria como déficit de atención o hiperactividad.

Esto se da en un mayor cantidad en las familias cuya situación económica no es la más estable y en las cuales, esta, se ha visto afectada por la propia pandemia. A las que se les suman nuevas preocupaciones económicas.

Aun habiendo un aumento de estos problemas, los diagnósticos médicos de estos problemas han disminuido de un 83,2% al 74,6% en trastornos mentales y de 93,1% al 75% en los de conducta. Debido a la saturación de los centros médicos y hospitales producida por el virus.

Estos problemas se llevan dando mucho tiempo antes de la pandemia, pero el COVID-19 sí ha hecho darnos cuenta de la importancia y urgencia que tiene cuidar de nuestra salud mental y especialmente la de los niños, niñas y adolescentes que vive en los hogares más pobres y vulnerables.


Fuentes: https://www.unicef.org/lac/el-impacto-del-covid-19-en-la-salud-mental-de-adolescentes-y-jóvenes https://www.savethechildren.es/notasprensa/save-children-alerta-de-que-la-pandemia-ha- triplicado-el-numero-de-trastornos-mentales


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Pobreza

 

La palabra pobreza provoca grandes emociones y muchas preguntas. Es un problema complejo con muchos aspectos, caras y causas. Se define como una situación social y económica que se caracteriza por la carencia marcada de las necesidades básicas. Por lo general, se consideran pobres aquellas personas que tienen un ingreso insuficiente para comprar comida, techo, ropa y otros artículos esenciales.

Sin embargo, la pobreza es mucho más que no tener suficiente dinero. La pobreza tiene muchos costes emocionales. Por ejemplo, la pobreza también es no poder participar de actividades recreativas, no poder enviar a nuestros hijos al cumpleaños de su amigo o a la excursión de la escuela. La pobreza contribuye al  estrés de no tener la ropa adecuada para ir a una entrevista; a la angustia de no tener acceso a una buena educación o no poder pagar las medicinas o ir al médico cuando estamos enfermos.

La pobreza como resultado de relaciones de poder que afectan de manera diferenciada a hombres y mujeres en primer lugar, pero también a indígenas y afrodescendientes, adultos mayores y habitantes de algunos territorios han llevado a ratificar la multidimensionalidad del fenómeno, las virtudes y limitaciones de las formas tradicionales de medirla, llamando la atención sobre dimensiones específicas que explican las desventajas de las mujeres: la invisibilidad del trabajo doméstico no remunerado, la pobreza de tiempo asociada a éste; la discriminación laboral y salarial contra las mujeres; la relevancia de los estudios sobre la familia desde una perspectiva de género y los desafíos para las políticas públicas. Para evitar sesgos discriminatorios se plantea que es necesario desarrollar la autonomía económica de las mujeres y fomentar la conciliación de la vida privada con la doméstica alentando el ingreso masivo de los hombres a la esfera del cuidado.

Otro de los colectivos más vulnerables ante la pobreza,don los niños, como indica el  informe de la Fundación Pere Tarrés constata que la situación social, económica y el género de los niños y niñas determinan claramente su salud física y mental. Adicionalmente, el artículo de investigadores de la Universidad de Harvard y el MIT: Pobreza, depresión y ansiedad: evidencias causales y mecanismos, publicado en la revista Science en diciembre de 2020, destaca que las personas con ingresos más bajos suelen tener entre 1,5 y 3 veces más probabilidades que los ricos de sufrir depresión o ansiedad.

La crisis de COVID‑19 aumentará dramáticamente la tasa de pobreza entre las mujeres y ensanchará la brecha entre los hombres y las mujeres que viven en la pobreza, según los nuevos datos que emitieron hoy ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Se esperaba que la tasa de pobreza entre las mujeres disminuyera el 2,7% entre 2019 y 2021; sin embargo, las proyecciones ahora prevén un aumento del 9,1% debido a la pandemia y sus consecuencias.

Las proyecciones, que encomendaron ONU Mujeres y el PNUD, y que estuvieron a cargo de Pardee Centre for International Futures de la Universidad de Denver, muestran que si bien la pandemia repercutirá en los niveles de pobreza en general, las mujeres se verán afectadas en desproporción, sobre todo las mujeres en edad reproductiva. Para 2021, por cada 100 hombres de 25 a 34 años de edad que viven en la pobreza extrema (es decir, con 1,90 dólares de los Estados Unidos o menos por día), habrá 118 mujeres, una brecha que se espera que aumente a 121 mujeres por cada 100 hombres de aquí a 2030.


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