Según se entiende en el enfoque epidemiológico tradicional, el suicidio consumado comprende un grupo de etapas previas, como son la ideación suicida y el intento de suicidio. La ideación alude al deseo de morir, así como a la elaboración de un plan más o menos específico. Por su parte, el intento constituye la acción intencional de atentar contra la propia vida
Cerca de un millón de personas se suicidan cada año en el mundo. La tasa de suicidio ha aumentado a nivel mundial en un 60% en los últimos 45 años y se espera que para 2020 lo haga en un 50%. Esto significaría que un millón y medio de personas al año se quitarían la vida.
La caracterización epidemiológica del suicidio a nivel mundial muestra que en casi todos los países los hombres tienen tasas más elevadas que las mujeres. Como tendencia, aunque las mujeres son quienes realizan un mayor número de intentos, los llevados a cabo por los hombres tienen una mayor letalidad. Estas diferencias, así como las especificidades en las formas de pensar y sentir de hombres y mujeres, no han podido ser explicadas debido a la hegemonía tradicional de los discursos médico y psiquiátrico en el campo de la salud mental
Al tratar el fenómeno del suicidio desde una perspectiva de género, un conjunto de dimensiones teóricas y empíricas convergen de forma problemática. Una de ellas es la incorporación reciente de la categoría “género” a la investigación sobre la muerte por mano propia, que tradicionalmente ha estado enlazada en la epistemología positivista, de mayor antigüedad. De igual forma se encuentra la discusión, comprender el suicidio desde una perspectiva de género sobre qué es el género y cómo debe ser estudiado. Esta comprensión del suicidio desde una perspectiva de género está mediada necesariamente por estas discusiones que solo pueden ser abordadas desde un posicionamiento crítico.
La socialización y el aprendizaje de la masculinidad y la feminidad es un proceso constituyente diferencial de la subjetividad de los seres humanos durante las diferentes etapas de la vida. Por esta razón, las expectativas, valores, cualidades y roles asumidos socialmente inciden en la forma en que se definen y vivencian los problemas vinculados al propio cuerpo, a las relaciones interpersonales y a la búsqueda de apoyo emocional en un contexto determinado. No existe una identidad esencialista y universal de lo masculino y de lo femenino, sino múltiples formas histórico-culturales de actuar, pensarnos y sentirnos seres humanos
Las investigaciones consultadas sobre el suicidio, puede agruparse en dos líneas de acuerdo con sus objetivos. La primera, se centra en la caracterización e identificación de los factores de riesgo asociados tanto al suicidio consumado, como al intento de suicidio. Pone el foco en la identificación de los factores de riesgo asumidos como determinantes del suicidio, intentan comprender los significados asociados a la muerte. Se han explicado los intentos de quitarse la vida por parte de jóvenes a partir de la vivencia del maltrato, el rechazo a la imagen corporal, el estrés de vivir en zonas dominadas por la violencia social, así como la falta constante de empleo.
La segunda línea de investigación se dirige a explorar y comprender el significado del intento de suicidio y el suicidio consumado en su contexto sociocultural. Desde esta perspectiva, la explicación se entiende como parte de los procesos de organización entre lo biológico y lo cultural, así como entre el individuo y la sociedad. Desde una perspectiva sociológica, un grupo de estudios analizan el intento de suicidio en relación con las transformaciones económicas que el modelo neoliberal ha impuesto en las formas de vida social. Es interesante una investigación realizada sobre la antigua URSS, ya que permite analizar el contraste entre una forma de vida socialista, organizada en términos de derechos y garantías, y la entrada en vigor de políticas capitalistas, con un sentido contrario. De un modelo que garantizaba el empleo y los salarios fijos se pasó a la competencia empresarial, la movilidad tras las fuentes de empleo y la precarización general de la vida. Con ello, la frustración, la desesperanza y la incertidumbre pasaron a ocupar un lugar explicativo de las tasas de suicidio. Desde un acercamiento antropológico, algunos estudios intentan explicar la relación entre el intento de suicidio y el impacto del neoliberalismo en las formas de vida de los pueblos originarios de América. Se ha constatado que estas transformaciones tienen impactos diferentes en la subjetividad masculina y femenina. Esto se debe a los procesos de socialización diferenciada en los que se han constituido como hombres y mujeres, y que han determinado las formas diferentes de vivir los roles y las expectativas sociales depositadas sobre ellos.
En el caso de las mujeres del pueblo guaraní, se apreció cómo las proliferaciones de los modelos de belleza occidental se han constituido como un referente de comparación que les causa baja autoestima y rechazo a su propio cuerpo. En los hombres, la migración fuera de sus pueblos constituye una situación estresante, que también impacta en las mujeres, pues al trabajo doméstico deben sumar el de la protección de la familia. Si bien el hombre tiene la responsabilidad estresante de mantener económicamente a la familia, y esto se dificulta en un escenario de deforestación y agotamiento de las fuentes tradicionales de alimentación, como los peces; le es más permitido gozar de las diversiones de la vida pública. Por su parte, al trabajo que realiza la mujer para el cuidado de enfermos, del propio hombre, de los hijos y del hogar, se suma el estrés que implica para ella el hecho de que culturalmente se le restrinja el salir a divertirse
En las investigaciones que ubican el tema en el contexto del neoliberalismo, se ha encontrado que el suicidio no solo expresa un deseo de morir, sino que también puede entenderse como una llamada de atención sobre el malestar de vivir en determinadas condiciones sociales. Estas investigaciones explican cómo las políticas educativas y económicas de tipo neoliberal han conllevado desplazamientos a otras tierras, la escasez de los recursos naturales, que eran las fuentes tradicionales de actividad y empleo, así como un nuevo sistema de empleo y la utilización de estructuras burocráticas e institucionalizadas que dictan las nuevas expectativas respecto al uso de la tecnología.
Además, los resultados de otro estudio antropológico, esta vez en localidades rurales del estado de Chiapas, en México, muestran que la violencia de género del hombre sobre la mujer constituye la principal razón para que las últimas intenten quitarse la vida. En el caso de los hombres, y a partir de los roles tradicionales que han asumido como legítimos, las principales causas de suicidio encontradas son: las frustraciones y emociones negativas que se derivan de la incapacidad para ocupar cargos más remunerados, los conflictos con los padres por el reparto de la tierra y la falta de dinero para cubrir las necesidades de la familia…etc.
En el caso de las investigaciones antropológicas citadas, es recurrente la utilización de las categorías hombre y mujer. Ambas categorías se entienden a partir de un conjunto diferenciado de roles y expectativas pautados y reproducidos socialmente por ambos. Esta forma de abordar la cuestión merece dos observaciones. Por un lado, habría sido pertinente haber tenido en cuenta las formas singulares de vivir las masculinidades y las feminidades durante diferentes etapas de la vida, recuperando aspectos como el sentimiento de pertenencia al grupo, tradicionalmente diferente al sentimiento de pertenencia en la cultura occidental, por ejemplo. Por otra parte, y en el caso de las mujeres del pueblo guaraní, la comparación con los modelos de belleza occidental no solo genera baja autoestima y rechazo al propio cuerpo, sino que, en la medida en que el mercado occidental de la moda y el bienestar define y elogia hábitos y cuerpos femeninos deseables, lo femenino también se convierte en una categoría universal de Occidente impuesta por la lógica comercial. Estas lógicas son parte de las múltiples configuraciones de lo político, lo económico y lo cultural que deben ser cuestionadas para entender cómo se definen y se asumen a sí mismas las vivencias de la sexualidad y su relación con la salud mental en sentido general.
Por otro lado, las investigaciones consultadas que enfocan su atención en la relación entre el suicidio y la categoría “género” se pueden agrupar en tres líneas:
El estudio de la relación entre el intento de suicidio y las formas de vida de personas con una orientación sexual o una identidad de género diferentes, como parte de estas minorías sexuales excluidas, muestra resultados interesantes. En este sentido, el intento de suicidio puede ser explicado como resultado de procesos históricos de discriminación a través de instituciones sociales y relaciones interpersonales que han incidido tanto en vivencias negativas y falta de acceso a oportunidades como en expectativas de rechazo y autorrechazo Si bien la utilización de esta teoría ha contribuido a la comprensión del fenómeno del suicidio, se debe tener cuidado de no convertir a la minoría en una entidad estable, la meta debe ser la comprensión de los procesos determinantes de la exclusión y la discriminación de estas minorías.
Personas con una orientación sexual o una identidad de género diferentes han sido discriminadas durante los mismos procesos de atención médica y en salud mental, lo que ha repercutido de forma negativa en sus emociones, llegando a convertirse en autoexclusión. En este contexto, es relevante la existencia de investigaciones que ponen al descubierto la relación entre las diferentes vivencias de las sexualidades y la salud mental, específicamente, con relación al problema del suicidio. En este sentido, el aporte de estas investigaciones se inscribe en la defensa de la vida como el derecho humano fundamental.
Fuentes: Alejandro Arnaldo Barroso Martínez notisam.wordpress.com/2007/09/07/entrevista-a-emiliano-galende-especialista-en-salud-mental/. Águila Tejeda A. Suicidio. La última decisión. México D.F: Editorial Trillas, 2011. (2).Gvion Y,Gvion Y, Apter A. Suicide and suicidal behavior. Public Health Rev. 2012; 34 (2): 1-20
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